lunes, 4 de noviembre de 2013

POLÍTICA DE VENTAS

















¿Qué diferencia hay entre un vendedor y un político? A primera vista parecería que hay poca, sin embargo, la diferencia es abismal. Un vendedor vende un producto o un servicio que se adapta a la necesidad de un cliente y en el caso más extremo, le crea esa necesidad. Frente a una nueva necesidad, el cliente descubrirá algo que creía no necesitar y pueden darse dos consecuencias: a partir de ese momento se le hace necesario o bien descubre – en el espacio de mayor o menor tiempo – que realmente no lo necesitaba. En este último caso, lo peor que puede ocurrir es que el cliente haya malgastado algo de su dinero.

Un político vende un proyecto, una idea o un sueño intentando que se adapte a las necesidades de la mayoría de su clientela y en el caso más extremo, le crea esa necesidad. Frente a un proyecto, el público descubrirá algo que creía no necesitar y pueden darse dos consecuencias: a partir de ese momento se le hace necesario y el político tendrá que mantener el sueño vivo, o bien descubre – en el espacio de mayor o menor tiempo – que el proyecto no se ajusta a sus necesidades. En este último caso, lo peor que puede ocurrir es que el político se quede sin público al cual pueda seducir. A diferencia del vendedor – que puede no volver a tomar contacto con el cliente, o a lo sumo, recibir algún que otro reclamo aislado y seguir renovando su cartera de prospectos -, el político ya no puede deshacerse del público que no se deja influenciar por su proyecto, deberá convivir con ellos e ir adaptando su discurso o su estrategia para llegar adonde quiere llegar.

Tal vez alguno piense que al mencionar a un político, estoy hablando sobre los líderes actuales o futuros de una nación. En realidad, no. Estoy pensando en los directivos y dueños de empresas que hacen política desde el primer momento que sueñan con un proyecto y comienzan a llevarlo a cabo. Perfectamente el párrafo anterior podría renombrarse y leer en vez de ‘político’ / ‘director’; y en vez de ‘público’ / ‘cliente interno’. Quien le da vida a un proyecto, lo crea y no puede hacerlo solo, necesitará de un equipo de trabajo que lo acompañe y comprenda hacia dónde van. Para eso venderá la idea, involucrará a sus colaboradores en el proyecto y los seducirá con la intención de hacerlos partícipes activos del plan de trabajo. Seleccionar al equipo es clave. Debe haber concordancia, proximidad de objetivos y un lineamiento claro de los beneficios que cada uno obtendrá. La situación ideal sería involucrar a todos y cada uno de los participantes. El alcance del proyecto debería atravesar a todos los integrantes desde la punta hasta la base de la pirámide. Si alguna franja queda alejada, relegada o simplemente ignorada; el deseado resultado final se irá alejando también y hasta puede llegar a escurrirse de las manos como fina arena.

Cuando veo empresas que por alguna razón, han perdido el eje del proyecto inicial, me pregunto cómo se sentirá el creador de ese sueño y que solo debe estar. Es probable que quiera olvidar aquel motor inicial que impulsó el primer aliento, intentando acallar la impotencia o la desazón. Incluso puede ocurrir que ni siquiera ponga fin a lo que puso en marcha y que simplemente lo deje transcurrir, con la intención de mantener los puestos de trabajo creados. Y aunque la responsabilidad empresarial no es poca cosa frente a circunstancias como estas, su público sigue esperando más.


Otros simplemente mudan su sueño hacia otro proyecto, aprendiendo de la experiencia anterior, modificando lo que creen que deben modificar y muchas veces tienen éxito. Pero todo lo que siga con pulso debería tener calidad de vida. ¡No bajen los brazos! Escuchen otras voces, involúcrense aunque duela y vuelvan a intentarlo. Quizás encuentren público nuevo que ansía una renovación de políticas y está dispuesto a ayudar. Con todo lo aprendido, es muy posible que logren revertir la situación y revivir el proyecto. ¿Por qué no?...




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