A diferencia del área de administración, en la cual los
protagonistas pueden realizar su trabajo con mayor o menor calidad,
independientemente de si se sienten bien o se sienten mal, es decir, engripados, con dolor de panza o preocupados
por algún asunto personal; en el área comercial, si el vendedor está pasando
por alguna de estas situaciones, su rendimiento no será el mismo y se verá
afectada no solamente la producción de la empresa, sino también su remuneración
a fin de mes, ya que a diferencia de un administrativo, sus ingresos están
absolutamente relacionados a sus resultados. Y aquí radica el asunto que
desvela a más de un vendedor.
Si busca una actividad en relación de dependencia para
garantizarse un ingreso mensual asegurado, no le recomendaría elegir el área de
ventas. Y si cayó accidentalmente en el sector y a los pocos días, observa con
verdadero entusiasmo el rol de la telefonista, no lo dude un instante más y
aléjese de inmediato del área comercial. Una telefonista no corre tantos
riesgos como los que usted va a asumir, su misión consiste en enfrentarse a una
consola de un conmutador y aprender su funcionamiento. Es más, en muchas
ocasiones ni siquiera será fundamental que su voz sea agradable o su atención
cordial, ya que muchas de ellas conservan durante años su empleo por memorizar
un listado completo de internos, o tener la habilidad de una pitonisa para
saber dónde está cada empleado cuando no está en su oficina, o transmitir correctamente
un mensaje – atención que este último punto no es moco de pavo -. Y sobre todas
las cosas, una telefonista no corre el riesgo de ser despedida si no atendió
determinada cantidad de llamadas en el mes, ya que cobrará el sueldo pactado
independientemente de haber atendido dos llamados o más de doscientos.
En su caso, todos los meses rendirá cuentas ante jefes,
gerentes o directivos que en la mejor de las situaciones, preguntarán ansiosamente
cuál es su pronóstico de ventas; y en el peor de los casos, balancearán su
cabeza indicando preocupación con animosidad negativa frente a su última estadística
de producción trimestral que no ha sido de lo mejorcito que se le ha conocido. Si
la cosa terminara allí y tal vez si usted es habilidoso para poner cara de póker
ante cualquier reclamo de gestión o si por sus venas corre sangre de pato ante
la presión de un forecast, sobrevivirá a la situación porque solamente se ha
enfrentado a la presión de su jefe laboral. Sin embargo, a fin de mes, cuando
liquiden sus comisiones y su ingreso sea lamentable, deberá rendir cuentas ante
su entorno familiar y responder la inquisidora pregunta: ‘¿qué te pasó este
mes?’. En ese instante preferirá estar
en la oficina de su jefe antes que en su casa.
Si hasta acá suena a pesadilla, no recomendaría avanzar con
la lectura de este post.
¿Sigue aquí? OK. Después de sus balbuceos que intentan
explicar lo que pasó, llegarán los informes del presupuesto hogareño: ‘No te
olvides que este mes tenemos que pagar la cuota del auto y se nos junta con la
matrícula anticipada del colegio de los chicos, sin considerar que justo es el
mes en que nos caen la mayoría de los impuestos, pero bueno… de alguna forma
nos arreglaremos. No te preocupes, vamos a dormir que necesitas descansar’.
Juro que en más de una oportunidad he pensado seriamente en
dar charlas grupales a familiares de vendedores. Algo así como la asistencia para brindar contención que recibe el entorno familiar más cercano a un alcohólico o un adicto en
tratamiento.
¿Quién puede pensar que ese vendedor va a dormir esa noche?... En
el silencio de la madrugada, sus explicaciones balbuceadas que habrán derivado
la responsabilidad del resultado final a terceros - a la política comercial, la
falta de promociones en el mes, sus compañeras de equipo que se pusieron de
acuerdo para menstruar juntas en la última semana de cierre de producción y el
alboroto hormonal no lo dejó concentrar, etc. -, se desvanecerán como cada una
de esas ovejitas que quiere contar para dormirse. Cuando siente que no puede
respirar y saca la cabeza por la ventana o sale al patio, balcón o jardín de su
casa, una ráfaga de aire ubica las excusas en su justo lugar: ‘el único
responsable soy yo’ y aparece frente a usted esa escala de comisiones impresa,
que mira más de una vez durante el mes, y recuerda que perdió la posibilidad de
llegar al 100%. La escala siempre se encuentra a su disposición y está allí
para ser alcanzada, pero por algún motivo, solo logra llegar al 50% y esto
ocurre cuando tiene suerte y ha logrado recorrer la mitad del camino. La
mayoría de las veces no llega al 20%.
Habiendo dormido dos o tres horas – si no sonó antes el
despertador -, vuelve a su trabajo puntualmente en horario, para asistir a la
primera reunión del nuevo mes. Allí su jefe resumirá la gestión del mes que
culminó, felicitará a los vendedores que hayan alcanzado buenas producciones,
entregará el premio motivacional prometido para el mejor vendedor y recomendará
a quienes quedaron más rezagados con las ventas, que para el mes entrante refuercen
todas las herramientas para revertir ese resultado olvidable – en ese grupo
está usted -, no sin antes recordarle que va a seguir paso a paso su gestión en
las próximas dos semanas para ir analizando de cerca qué es lo que está
pasando.
No será sencillo entender que su jefe intenta ayudarlo. En
el contexto de esta presión, más las cuentas impagas que se acumularán en el
mes y serán recordadas a diario al llegar a su hogar, usted tendrá que poner la
cabeza en blanco y fluir a diario, igual que su compañero exitoso que acaba de
volver de un fin de semana en Colonia (Uruguay) como premio merecido por su
producción de ventas del mes anterior. Repetirá como un mantra: ‘No hay
presión, no hay presión, no hay presión’, mientras el cuadro de ventas del mes
en curso va mostrando en línea ascendente las ventas que ya arrancaron para el
resto del equipo y su nombre sigue en blanco. A pesar de todo no se rinde y
piensa: ‘La experiencia podría ser peor. Podría estar trabajando en una de esas
empresas que tocan una estruendosa campana cada vez que se produce una venta’.
¿Alguna vez leyeron o escucharon sobre la teoría del eterno
retorno de Friedrich Nietzsche? Para los que no, comento muy brevemente que el filósofo propone vivir de modo tal
que si tuviésemos que pasar nuevamente por lo mismo, una y otra vez, no resulte
tortuoso revivirlo. De alguna manera, el vendedor se expone a la teoría del
eterno retorno cada vez que comienza un nuevo ciclo de ventas.
Si aún está leyendo es probable que ya sepa que el área comercial le permitirá obtener una remuneración más interesante que la de la
telefonista. Ya sabe que es un área donde comparten ganancias con la
organización y que la empresa está esperando que usted cobre una buena
remuneración porque eso significará que los accionistas ganarán aún más. Conoce
que sus posibilidades económicas dependen de usted y entiende que esa escala
comisionable está a su disposición cada mes. Ante esta oportunidad, ni loco se
sentaría frente a un conmutador. Si esta es su situación, capacítese. Si la organización
cuenta con un buen entrenador de ventas, escúchelo con atención. Si la empresa
no brinda capacitación, exíjala, si no se logra, invierta usted en su propia
capacitación. Si ahora no puede hacerlo, infórmese, lea y vaya ahorrando para
tomar un buen curso de ventas cuando esté en condiciones de hacerlo.
Profesionalice su vocación, no se va a arrepentir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario