Ayer un conocido me preguntaba a qué se debía el nombre del
blog y antes de responderle, quise saber qué le sugería a él este nombre. La
primera asociación que vino a su mente fue la conocida frase ‘El ojo del amo
engorda el ganado’ y suponía que había elegido el sentido auditivo antes que el visual por el simple hecho de jugar con las palabras.
Esta frase tan famosa es muy interesante y podría tener dos
interpretaciones. Por un lado hace referencia a que uno valora lo propio más
que los demás y también que la vigilancia de aquello que poseemos tendrá buenos
resultados si no lo desatendemos. Si pensamos en una organización, cualquiera
de las interpretaciones podría aplicarse.
Si el dueño de una empresa sospecha que nadie valora lo
propio tal como él lo hace, puede ser que sus estrategias no hayan logrado comprometer
a su personal con el proyecto. Tal como
a él le ocurre, necesitará involucrarlos para que lo valoren como propio. Para
ello también tendrá que involucrarse con aquellas cosas que su personal valora
y posiblemente el dueño minimiza. En este caso, el primer paso que deberá dar
es escuchar a sus clientes internos.
El asunto se complica si hablamos de vigilancia. Si tenemos
un solo empleado, tal vez nuestra mirada alcance. Si tenemos dos, deberíamos
convertirnos en un camaleón para que los miserables dos ojos con lo que nos ha
dotado la naturaleza puedan moverse independientemente uno del otro y así
enfocar hacia dos direcciones a la vez. Si los empleados son tres o más,
deberíamos mutar a mosca que aunque también poseen dos ojos, alcanzan un nivel
de eficiencia inigualable al multiplicar su capacidad visual con miles de
receptores de luz en cada ojo, más conocidos como ojitos internos. Envidiables
insectos pero de costumbres algo escatológicas, que no suelo recomendar a
ningún empresario.
Un alto ejecutivo entrenaba a su secretaria con la siguiente
consigna: ‘Te capacito de acuerdo a mis necesidades para que cuando hables con
alguno de los empleados no tengan en claro si la que está dando la indicación
sos vos o soy yo. Confío en tu capacidad de respuesta porque yo mismo te
entrené, de todos modos también necesito que me mantengas informado sobre
cualquier cosa que te llame la atención’.
De esta manera duplicaba su capacidad visual y comunicativa. Dicho de
otro modo: delegaba. La única manera de mutar en mosca es dotar a nuestro
personal de una perspectiva visual coincidente con la nuestra.
Sin embargo el nombre del blog no está definido literalmente
como ‘el ojo del amo’, aunque está implícito, ya que para delegar necesitaremos
observar y escuchar para estar atentos a las necesidades del otro además de las
propias. Si está atento, el ojo del amo captará lo visible, pero potenciará su
visión, si además está dispuesto a escuchar y escucharse. Cuántas veces
decimos: ‘si no lo veo, no lo creo’ y aunque el amo no lo haya visto no significa
que no haya ocurrido. Cuántas veces tomamos decisiones en función de lo que
alguien nos cuenta, sin siquiera preguntarnos si compartimos la visión o la
intención del interlocutor. Cuántas veces recibimos un reclamo que se centra en
cuestionar severamente el evento X y si
escuchamos con atención comprenderemos que el origen del problema está en el
evento Y. Cuántas veces el cuchicheo laboral oculta a la vista información que
se desparrama por auto parlantes. Muchas veces, demasiadas, y en función de
todo esto que veo, más todo lo que no he visto aún, es que apunto más a la
capacidad de escucha del amo que a su vista.
A su vez, como me gusta participar de proyectos vivos, elijo
el trabajo en equipo con gente vital desde la base hasta su cumbre. Únicamente
en un proyecto vivo existe una posibilidad real de crecimiento y crecer implica
aprender a transformarse. Cada transformación contendrá el conocimiento anterior
sumado al nuevo, por eso nos transformamos, crecemos o damos vida a una nueva
creación. El filósofo alemán Hegel hablaba de este proceso de transformación
cuando pensaba en la historia de la humanidad. El mismo que hablaba de ‘la
dialéctica del amo y el esclavo’, por la cual la civilización se transforma
a partir del enfrentamiento de dos conciencias que desean dominar. La que gane
se transformará en amo y la que pierda se transformará en esclavo, resultado
que dará origen a la creación de una nueva cultura.
En términos organizacionales ocurre algo muy similar. Cada
vez que planteamos una idea de crecimiento, reformulamos algo que ya está en
funcionamiento y por alguna razón deberá transformarse, siendo así lo primero
que hacemos es negar un proceso conocido dando lugar a la creación de uno
nuevo, que contendrá al anterior, pero se verá enriquecido por el nuevo aprendizaje.
Lo mismo que hacemos los individuos en forma personal a partir de cada una de
nuestras experiencias. En un proceso de cambio o transformación, lo mejor que
podría pasarnos es que cada uno de los integrantes – o la gran mayoría – tenga la
ductilidad necesaria para jugar tanto el rol del amo como el del esclavo. A
priori, esto parecería una locura, sin embargo, aquel ejecutivo que entrenaba a
su secretaria, no dejaba de ser el amo de su empresa por simular en un diálogo
con otro empleado, que ella también lo era. El ejecutivo delegaba en su
secretaria ciertos aspectos de autoridad para mejorar su propio rendimiento y
tiempo. Cuando delegamos de la manera correcta, nuestro equipo de trabajo
valora ‘lo propio’ porque se ha transformado en ‘lo nuestro’, se coincide en la
visión y se alinean los objetivos. Para llevar a cabo la gestión con éxito,
todo el equipo deberá estar predispuesto a escuchar.
Aunque no todo termina allí. Para la dialéctica de Hegel,
los protagonistas de la historia no son dos, sino que son tres: el amo, el
esclavo y el observador. Una
organización que crece junto a sus cambios y transformaciones deberá contar con
buenos observadores de la gestión: el nivel estratégico, que deberá analizar si
el camino elegido debería sufrir nuevas modificaciones para perfeccionarlo.
Todo proyecto, por más creativo, inteligente, audaz o eficiente que se presente
al momento de trazar sus primeros lineamientos, es perfectible sobre la marcha.
Estas decisiones serán claves a la hora de recorrer el camino de una
transformación y si el nivel estratégico no logra escuchar a su nivel táctico,
pone en riesgo la vida del proyecto porque no podrá ver con claridad.
Por todo esto es que no importa de qué amo estamos hablamos,
lo más importante es que tenga capacidad de escucha para mejorar su visión. Podría tratarse de un dueño, de un accionista, de un directivo, de un gerente, de un jefe de área o de una secretaria, cada uno de ellos gestionando el proyecto de acuerdo a su rol y su capacidad de toma de decisión. Caso contrario llegaremos al opuesto de ‘el ojo del amo’ y su antónimo sería: ‘adonde
no está el dueño, ahí está el duelo’.
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