viernes, 8 de noviembre de 2013

EL OÍDO DEL AMO





















Ayer un conocido me preguntaba a qué se debía el nombre del blog y antes de responderle, quise saber qué le sugería a él este nombre. La primera asociación que vino a su mente fue la conocida frase ‘El ojo del amo engorda el ganado’ y suponía que había elegido el sentido auditivo antes que el visual por el simple hecho de jugar con las palabras.

Esta frase tan famosa es muy interesante y podría tener dos interpretaciones. Por un lado hace referencia a que uno valora lo propio más que los demás y también que la vigilancia de aquello que poseemos tendrá buenos resultados si no lo desatendemos. Si pensamos en una organización, cualquiera de las interpretaciones podría aplicarse.

Si el dueño de una empresa sospecha que nadie valora lo propio tal como él lo hace, puede ser que sus estrategias no hayan logrado comprometer a su personal con el proyecto.  Tal como a él le ocurre, necesitará involucrarlos para que lo valoren como propio. Para ello también tendrá que involucrarse con aquellas cosas que su personal valora y posiblemente el dueño minimiza. En este caso, el primer paso que deberá dar es escuchar a sus clientes internos.

El asunto se complica si hablamos de vigilancia. Si tenemos un solo empleado, tal vez nuestra mirada alcance. Si tenemos dos, deberíamos convertirnos en un camaleón para que los miserables dos ojos con lo que nos ha dotado la naturaleza puedan moverse independientemente uno del otro y así enfocar hacia dos direcciones a la vez. Si los empleados son tres o más, deberíamos mutar a mosca que aunque también poseen dos ojos, alcanzan un nivel de eficiencia inigualable al multiplicar su capacidad visual con miles de receptores de luz en cada ojo, más conocidos como ojitos internos. Envidiables insectos pero de costumbres algo escatológicas, que no suelo recomendar a ningún empresario.

Un alto ejecutivo entrenaba a su secretaria con la siguiente consigna: ‘Te capacito de acuerdo a mis necesidades para que cuando hables con alguno de los empleados no tengan en claro si la que está dando la indicación sos vos o soy yo. Confío en tu capacidad de respuesta porque yo mismo te entrené, de todos modos también necesito que me mantengas informado sobre cualquier cosa que te llame la atención’.  De esta manera duplicaba su capacidad visual y comunicativa. Dicho de otro modo: delegaba. La única manera de mutar en mosca es dotar a nuestro personal de una perspectiva visual coincidente con la nuestra.

Sin embargo el nombre del blog no está definido literalmente como ‘el ojo del amo’, aunque está implícito, ya que para delegar necesitaremos observar y escuchar para estar atentos a las necesidades del otro además de las propias. Si está atento, el ojo del amo captará lo visible, pero potenciará su visión, si además está dispuesto a escuchar y escucharse. Cuántas veces decimos: ‘si no lo veo, no lo creo’ y aunque el amo no lo haya visto no significa que no haya ocurrido. Cuántas veces tomamos decisiones en función de lo que alguien nos cuenta, sin siquiera preguntarnos si compartimos la visión o la intención del interlocutor. Cuántas veces recibimos un reclamo que se centra en cuestionar severamente el evento X  y si escuchamos con atención comprenderemos que el origen del problema está en el evento Y. Cuántas veces el cuchicheo laboral oculta a la vista información que se desparrama por auto parlantes. Muchas veces, demasiadas, y en función de todo esto que veo, más todo lo que no he visto aún, es que apunto más a la capacidad de escucha del amo que a su vista.

A su vez, como me gusta participar de proyectos vivos, elijo el trabajo en equipo con gente vital desde la base hasta su cumbre. Únicamente en un proyecto vivo existe una posibilidad real de crecimiento y crecer implica aprender a transformarse. Cada transformación contendrá el conocimiento anterior sumado al nuevo, por eso nos transformamos, crecemos o damos vida a una nueva creación. El filósofo alemán Hegel hablaba de este proceso de transformación cuando pensaba en la historia de la humanidad. El mismo que hablaba de ‘la dialéctica del amo y el esclavo’, por la cual la civilización se transforma a partir del enfrentamiento de dos conciencias que desean dominar. La que gane se transformará en amo y la que pierda se transformará en esclavo, resultado que dará origen a la creación de una nueva cultura.

En términos organizacionales ocurre algo muy similar. Cada vez que planteamos una idea de crecimiento, reformulamos algo que ya está en funcionamiento y por alguna razón deberá transformarse, siendo así lo primero que hacemos es negar un proceso conocido dando lugar a la creación de uno nuevo, que contendrá al anterior, pero se verá enriquecido por el nuevo aprendizaje. Lo mismo que hacemos los individuos en forma personal a partir de cada una de nuestras experiencias. En un proceso de cambio o transformación, lo mejor que podría pasarnos es que cada uno de los integrantes – o la gran mayoría – tenga la ductilidad necesaria para jugar tanto el rol del amo como el del esclavo. A priori, esto parecería una locura, sin embargo, aquel ejecutivo que entrenaba a su secretaria, no dejaba de ser el amo de su empresa por simular en un diálogo con otro empleado, que ella también lo era. El ejecutivo delegaba en su secretaria ciertos aspectos de autoridad para mejorar su propio rendimiento y tiempo. Cuando delegamos de la manera correcta, nuestro equipo de trabajo valora ‘lo propio’ porque se ha transformado en ‘lo nuestro’, se coincide en la visión y se alinean los objetivos. Para llevar a cabo la gestión con éxito, todo el equipo deberá estar predispuesto a escuchar.

Aunque no todo termina allí. Para la dialéctica de Hegel, los protagonistas de la historia no son dos, sino que son tres: el amo, el esclavo y el observador.  Una organización que crece junto a sus cambios y transformaciones deberá contar con buenos observadores de la gestión: el nivel estratégico, que deberá analizar si el camino elegido debería sufrir nuevas modificaciones para perfeccionarlo. Todo proyecto, por más creativo, inteligente, audaz o eficiente que se presente al momento de trazar sus primeros lineamientos, es perfectible sobre la marcha. Estas decisiones serán claves a la hora de recorrer el camino de una transformación y si el nivel estratégico no logra escuchar a su nivel táctico, pone en riesgo la vida del proyecto porque no podrá ver con claridad.


Por todo esto es que no importa de qué amo estamos hablamos, lo más importante es que tenga capacidad de escucha para mejorar su visión. Podría tratarse de un dueño, de un accionista, de un directivo, de un gerente, de un jefe de área o de una secretaria, cada uno de ellos gestionando el proyecto de acuerdo a su rol y su capacidad de toma de decisión. Caso contrario llegaremos al opuesto de ‘el ojo del amo’ y su antónimo sería: ‘adonde no está el dueño, ahí está el duelo’.




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